29 de enero de 2011

Disputa por una isla que se hunde entre China y Japón: Okinotori



Un arrecife a 1.700 kilómetros de Tokio. La isla de Okinotori (u Okinotorishima) es el punto más meridional del territorio japonés, y la mayor parte de su superficie se encuentra bajo el océano. Tan solo dos picos de unos 50 metros de diámetro, Higashikojima y Kitakojima, son visibles.

Situada a 1.740 kilómetros de la capital japonesa, Okinotori no dejaría de ser una curiosidad sino fuese por la Zona Económica Exclusiva (ZEE) a su alrededor. Establecida el 1996, comprende 400.000 kilómetros cuadrados (más que el territorio japonés, de unos 380.000) y se sospecha que alberga, entre otras riquezas, yacimientos de tierras raras. 



Son estas posibles riquezas naturales las que llevaron en su día a Japón a declarar una ZEE a su alrededor, y que han impulsado sucesivas acciones para evitar su definitivo hundimiento bajo las aguas. Ya hace años que Japón erige rompeolas y barreras de hormigón en Okinotori.


Los planes anunciados las últimas semanas por Tokio van más allá, y pretenden no solamente garantizar definitivamente la supervivencia de la isla, sino convertirla en un polo de investigación sobre recursos marinos, construyendo la infraestructura necesaria.

Estos planes comprenden un programa de seis años de duración. Dotados de un presupuesto de 75.000 millones de yenes, se pondrán en marcha en abril.

Son tres las actuaciones más destacadas. En primer lugar un muelle, de entre 150 y 200 metros de longitud, dotado de una terminal de carga y que podrá albergar barcos oceanográficos. En segundo, una carretera que unirá Higashikojima y Kitakojima, suficientemente ancha para que transiten vehículos y maquinaria pesada. Finalmente, otra ronda de refuerzos a base de rompeolas para consolidar la isla.


La construcción de estas infraestructuras se enfrenta a notables dificultades técnicas, e irá precedida de estudios detallados sobre las olas y las corrientes submarinas en la zona. Muchos diques de hormigón erigidos en el pasado han sido erosionados en un tiempo sorprendentemente corto. 



No es solamente a la naturaleza a la que se enfrentan las autoridades japonesas en su empeño en conservar Okinotori, sino a Beijing. La isla forma parte de la larga lista de disputas territoriales que mantiene Tokio con sus vecinos.



El enfrentamiento es sin embargo diferente al de las Islas Senkaku o Kuriles, por poner dos ejemplos en que un mismo territorio es reclamado por dos países, puesto que China no reivindica su soberanía sobre Okinotori, sino que se niega a reconocer la ZEE a su alrededor. Es decir Beijing acepta que sea territorio nipón, pero no que los recursos económicos en un radio de 200 millas a su alrededor correspondan en exclusiva a Tokio. 

La cuestión clave es: ¿Okinotori legalmente una isla?

He aquí la cuestión sobre la que gira la negativa china a reconocer la ZEE declarada por Japón. Según la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS) una isla debe cumplir determinados requisitos tanto para ser reconocida como tal como para que el estado que ejerce la soberanía sobre la misma pueda establecer una ZEE a su alrededor.

En primer lugar, y según dispone su Artículo 121.1, para ser reconocida como isla debe encontrarse "sobre el nivel de ésta [el agua] en pleamar". Ello explica los esfuerzos nipones en evitar que las aguas cubran por completo Okinotori, mediante la construcción de rompeolas y demás estructuras.

En segundo, como fija su Artículo 121.3, "Las rocas no aptas para mantener habitación humana o vida económica propia no tendrán zona económica exclusiva ni plataforma continental".

Es este último criterio el que fundamenta la negativa china a reconocer la ZEE alrededor de Okinotori, puesto que Beijing afirma que se trata solamente de unos islotes despoblados e incapaces de sostener actividad económica permanente alguna.

Las infraestructuras anunciadas por Japón tienen como objeto no solamente permitir la exploración de las aguas cercanas, sino combatir este argumento, mediante el inicio de actividades diversas en la isla.


La disputa sobre la naturaleza legal de Okinotori se suma a la larga lista de conflictos en las aguas que rodean a China, que han llevado a diversos observadores a hablar de una nueva "Guerra Fría" en el Pacífico y el Índico. No hay que caer en exageraciones, al fin y al cabo se dan también múltiples factores, especialmente económicos, que empujan a los protagonistas de estas tensiones hacia una solución negociada, o al menos a "aparcarlas". Sin embargo, existe el riesgo de que tarde o temprano se recurra a la fuerza.

A diferencia del Mar del Este de China, en que Beijing pretende cambiar el derecho del mar actualmente vigente, excluyendo a los barcos de guerra extranjeros de su ZEE, en Okinotori la disputa gira alrededor de la interpretación de un precepto de la norma que lo codifica, la UNCLOS. Beijing no cuestiona el derecho internacional del mar, simplemente interpreta un caso concreto de forma diferente que Tokio.


Sin embargo, ello no implica ni mucho menos que no puedan darse graves incidentes, por ejemplo si pesqueros chinos pretenden faenar en aguas cercanas a Okinotori.

Además de los recursos naturales, el interés de la isla para Beijing reside en su situación cerca de algunas de las rutas que podrían seguir las fuerzas navales norteamericanas en caso de guerra en el estrecho de Taiwán. Las características del lecho marino y las corrientes dificultan la detección de submarinos de ataque durmientes, que podrían acecharlas, al objeto de hacer muy cara una intervención para evitar el Anschluss de Taiwán.

Fuente: Atenea

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