Ayer tarde estuve disfrutando de la puesta de sol en la playa, junto a mi hijo y mi mujer. Mientras disfrutaba de ese magnífico momento uno recordaba las palabras que el Gran Jefe Seattle escribía en el s. XIX y no podía por menos que pensar en las costas que dejaremos a los que vengan detrás.
A este paso seremos la generación que acabó con las últimas zonas vírgenes. La última generación que pudo disfrutar de una costa solitaria en el verano, que pudo pasear sin que nuestra vista topase con un edificio o un aparcamiento o un chiringuito.
Me huelo que, cuando dentro de unos pocos de años, los historiadores miren hacia atrás verán que perdimos el tiempo mirándonos el ombligo, descubirendo cosas ya inventadas (como el desarrollo sostenible que tan magistralmente definió Seattle)mientras contaminábamos nuestros mares, alterábamos las corrientes litorales, peleabamos por poner el ladrillo un centímetro más cerca del mar que el vecino...
Pero no podemos darnos por vencidos, aún estamos a tiempo de cambiar las cosas. Sólo debemos plantearnos nuestras prioridades, no olvidar que el ser humano y su bienestar debe ser el motor de nuestras acciones. Cuando cambiemos crecimiento por desarrollo nuestras costas y todos sus habitantes habrán dado un gran salto adelante en calidad de vida y mantenimiento de la bodiversidad.
Espero que os unais a este gran reto, sólo así un día mi hijo podrá disfrutar de una gran puesta de sol con sus hijos y nietos.
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