
Muchas veces me he planteado el gasto realizado en la carrera espacial. Y no sólo por el hecho de que con ese dinero posiblemente se pudiese sacar del subdesarrollo a gran parte de la población mundial.
Por todos es conocido que la casa hay que comenzarla por los cimientos y no por el tejado. Sin embargo nosotros nos hemos lanzado al conocimiento del espacio cuando ni tan siquiera conocemos bien los tesoros que encierran los mares.
Por ello, hay que aplaudir proyectos como el Censo de Vida Marina, comenzado en el año 2000 con el objetivo de, en 10 años, redactar un censo de las especies que habitan nuestros mares. Como consecuencia del trabajo de esta Red de científicos de más de 80 países hoy conocemos 5600 nuevas especies marinas, con resultados tan espectaculares como el dado a conocer estos días: que la Antártida tiene una bodiversidad mayor que las Islas Tortugas, cuando todo nos hacía indicar que debía ser precisamente al contrario.
Pese a la existencia de este proyecto global, debemos seguir reflexionando sobre la trascendencia de este tipo de proyectos. Cuando el lanzamiento de cualquier satélite al espacio es noticia en todas las televisiones, los nuevos descubrimientos científicos en el medio marino hay que buscarlos en los "rincones" de los medios de información.
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