
Otra vez el mar es testigo del infortunio de un grupo de inmigrantes: 25 personas han fallecido tratando de alcanzar las costas canarias en un cayuco que partió de las costas africanas. De ellos 14 son menores de edad, ya que en la embarcación viajaban menores de entre 1 y 15 años de edad. Eso mientras otro cayuco, esta vez con más fortuna, ha sido localizado al sur de la isla de Tenerife con 56 personas a bordo.
Y es que hace menos de una semana desde el Gobierno canario se advertía que si bien el número de embarcaciones llegadas a las islas había disminuido durante 2009, el número de menores se había multiplicado.
Estas catástrofes nos recuerdan que el mar, cualquier mar, es siempre peligroso, máxime cuando se viaja en una embarcación concebida para pescar en aguas de bajura y más si van sobreocupadas.
Pero este tipo de hechos nos traen al primer plano el negocio de las mafias que comercian con personas, sin importarles el riesgo que estas pueden correr, con tal de sacar pingües beneficios de las ilusiones de la gente que busca un mundo mejor o que simplemente huyen de las situaciones de guerra, hambre e injusticia social de sus países.
Y es que el mar ha sido testigo de numerosas tragedias a lo largo de los siglos, pero estas no son tragedias cualquiera: son el fruto de la avaricia de los mafiosos y son consecuencia de la falta de actuación de los gobiernos: ¿tanto cuesta controlar la salida de embarcaciones?. Lo malo es que son estas muertes sin ningún tipo de sentido: mientras seguimos hablando del hundimiento de embarcaciones como el Titanic, mientras seguimos buscando embarcaciones hundidas en busca de sus tesoros, cientos de personas mueren sin ocupar más que unos pocos titulares en la prensa, para pasar a simmplemente engrosar estadísticas.
Es cierto que los que vivimos en las costas nos vemos periódicamente sacudidos por la muerte de gentes de la mar, pero ello no nos debe hacer caer en la indiferencia. Hemos de poner las medidas necesarias para que este tipo de asesinatos (pues no tiene otro nombre el enviar a mujeres, niños y hombres a un viaje con un alto porcentaje de posibilidades de acabar en tragedia) no se repitan.
Hemos visto como en la costa del Estrecho el SIVE ha ayudado a evitar numerosas muertes, pero hay que hacer más, empezando por presionar a los países origen de estos "viajes de la muerte" para que luchen contra las mafias; haciendo de este problema un problema global, de toda la Unión Europea y no un problema reducido a la disponibilidad de centros de acogida para menores. Los servicios de salvamento marítimo, Guardia Civil y Armada española, y Cruz Roja y otras entidades en tierra, están haciendo un trabajo digno de elogio pero vemos como muchos mueren en el último intento por alcanzar tierra. Por ello hay que intentar detectarlos lo más pronto posible, para así evitar sus muertes.
Y sobre todo, no podemos permanecer impasibles: ya tenemos sufientes guerras olvidadas, como para encima tener muertos olvidados. Por eso no puedo más que gritar ¡¡no más asesinatos!!
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