3 de agosto de 2009

Esquilmación de recursos en las playas

Ayer pasaba la mañana en la playa, como tantos días, junto a mi hijo. La mañana estaba entrada en poniente y el tiempo era fresquito. Pese a ello, la playa estaba a tope, tanto es así que en mi búsqueda de aparcamiento en la playa de Cortadura acabé cerca de Torregorda. Allí, junto al aparcamiento ubicado en "La Gallega" empezó a acumularse gente.

La situación de viento dominante de poniente daba lugar a un mar revuelto, lo que unido al viento fresco y a la acumuación de algas en la orilla, hacía más apetecible el paseo que el baño. En esas circustancias también yo me di un paseo por la orilla junto a mi hijo y pude ver, una vez más, uno de los fenómenos que más se repiten en las costas durante la temporada estival:

Niños que se entretenían buscando cangrejos entre las rocas y a los que sus padres espoleaban indicando dónde y cómo encontrarlos. Sin lugar a dudas es toda una "tradición" en nuestras playas el marisqueo de ocio (por llamarlo de alguna manera), conformado por cientos de personas que se dedican a escrudiñar en cada uno de los orificios de las zonas rocosas en busca de cangrejos, pequeños mejillones, burgaillos o ya en la orilla coquinas. Y todo ello por pasar el rato, pues ninguno se dedica a ello con fines profesionales.

Sin lugar a dudas puede parecer una actividad inocua (¿cómo unas cuantas coquinas pueden poner en peligro una especie?), pero multipliquen esas cuantas coquinas por unos cuantos cientos de personas que realizan la misma actividad cada día del verano y la cosa cambiará.

Esta misma mañana leía el último número de una conocida revista y me llamó la atención una "carta" de uno de los lectores, referente a un reportaje aparecido en un número anterior sobre un Parque Nacional de Finlandia. En ella esta persona reflexionaba sobre las diferencias culturales entre España y Finlandia, así mientras recordaba como sus padres le enseñaron a respetar el medio ambiente, le asombraba el hecho de que en España se puedan encontrar, aún en la zona más recóndita de un bosque, basuras depositadas por los vistantes de los mismos.

Digo esto porque sin duda hace falta una mayor conciencia ambiental, pero esta no se puede dejar sólo en manos de la administración y los profesionales de la educación. En este sentido hay numerosas iniciativas interesantes, como los voluntariados ambientales del litoral, campañas de la administración e incluso materiales educativos editados por las administraciones. Todo ello, sin embargo, no tendrá mucho éxito mientras sigamos transmitiendo a nuestros hijos diversiones como las que se suceden en nuestras playas.

Y es que estamos preocupados, con lógica, por hechos como los ocurridos estos días en Huelva, donde un vertido en la refinería de CEPSA ha llegado hasta las playas del Parque Nacional de Doñana. Pero no nos preocupa la esquilmación de los recursos en las playas, pese a que cada vez es más usual escuchar a los propios usuarios que no hay cangrejos, ni erizos, ni nada por el estilo.

Lo curioso es que ello se dice mientras se sigue buscando esas mismas especies. Quizás los grupos ecologistas podrían denunciar estas prácticas, tan perjudiciales para el medi ambiente y nuestros ecosistemas como algunas mucho más mediáticas. Sólo así, con la colaboración de todos los sectores con interés en la conservación de nuestras costas, podremos revertir esta situación.

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