15 de marzo de 2010

Comercio de atún rojo


Mucho se está escribiendo (y con razón) de la situación del atún rojo, una especie sin duda emblemática y que refleja bien la situación actual de la pesca. Sobreexplotado en todos los caladeros del planeta por una flota altamente tecnificada ha visto descender su población, que se estima en torno a un 15-20% de la que tenía hace unos decenios.

Pero la pesquería del atún es bastante más compleja que lo que presentan estos datos, por cuanto junto a esta pesca altamente tecnificada persiste una explotación artesanal (las almadrabas) cuyo origen se remonta casi al comienzo de nuestra historia. Una industria artesanal que achaca a la pesca industrial su situación y decadencia y una industria cuyo máximo cliente se sitúa a miles de kilómetros de distancia: el mercado japonés.

El caso de las almadrabas refleja la situación de una localidad, Barbate, que es fiel reflejo de lo que la crisis pesquera puede suponer en las poblaciones costeras. Una localidad que comienza su crecimiento a comienzos del siglo XX y su decadencia conforme se agotan los caladeros del golfo de Cádiz y aumentan las dificultades para pescar en las aguas alauitas y una localidad cuyo sector pesquero encontraba un apoyo muy importante en las almadrabas. Como resultado nos encontramos con una población que ha desarrollado una importante industria conservera en la que el atún es el producto estrella.

Por ello, y porque esta localidad presenta unos altísimos niveles de paro, toda la población se ha movilizado en torno a la defensa de las almadrabas y ello en un momento en el que se estaba negociando la postura de la Unión Europea en torno a la prohibición del comercio del atún rojo. No cabe duda de que la presión social ha tenido, al menos parcialmente, sus frutos por cuanto todos los partidos políticos se han posicionado a favor del mantenimiento de las almadrabas tanto en el ayuntamiento de Barbate como en la Diputación de Cádiz, pese a que alguno de ellos se habían posicionado claramente a favor de la prohibición de su pesca.

Y es que, al menos a mi me lo parece, el trabajo de los políticos para decir una cosa y la contraria es encomiable. Y digo esto porque han tenido que defender la moratoria de la pesca del atún a la par que han debido defender el mantenimiento de las almadrabas y, en ambos casos, defendiendo que se está actuando en defensa del medio ambiente.

Sin embargo la solución final no ha cubierto todas las perspectivas de los almadraberos: podrán seguir calando almadrabas, pero al limitarse el comercio del atún rojo a nivel nacional, están perdiendo a su principal mercado, Japón y deberán intentar abrir nuevos mercados en el continente europeo. Sin lugar a dudas un problema para  este sector.

Un elemento más parece distorsionar el acuerdo alcanzado por los países de la UE. Para salvar las almadrabas se hace referencia a las pesquerías tradicionales, pero ¿cuales son esas pesquerías?. Este es un elemento demasiado ambiguo como para que sean muchas las embarcaciones que pretendan acogerse a ella y es que, cuando se quiere "nadar y guardar la ropa" la falta de definiciones claras es la mejor de las fórmulas.

Con todo esto, el futuro del sector no parece muy halagüeño por cuanto la falta de definición de lo que significa tradicional puede restar bastante efectividad a las medidas planteadas. Y junto a ello otra circunstancia a considerar:

La dificultad para poder criar esta especie en cautividad. De hecho hace ya un tiempo que en el IFAPA "Los Toruños" (Centro de investigación de la Consejería de Agricultura y Pesca de la Junta de Andalucía) lo intentó pero el stress al que se ven sometidos los atunes en su traslado hasta las instalaciones provocaron que fuese imposible su reproducción en cautividad. 

Sin embargo, la importancia económica de esta especie hace que se siga intentando su reproducción en cautividad, como en el caso de la empresa que, en breve plazo, comenzará la  construcción de unas instalaciones para su cría en tierra en El Puerto de Santa María. Sin duda, si consiguen contar con los primeros reproductores, quizás pronto podremos contar con atunes de piscifactoría, como ya contamos con doradas o lubinas.

De ello puede depender el futuro del consumo humano de esta especie y el mantenimiento de la industria conservera en localidades como Barbate. Mientras sería aconsejable que nuestros políticos tuviesen la valentía suficiente como para exponer a los ciudadanos cual es la situación actual de la especie y lo que puede ocurrir en caso de no actuar, para así (y por una vez) proponer alternativas a la dependencia que poblaciones como Barbate tienen de un único sector e incluso de una única especie, en una situación que de seguir nuestra capacidad extractiva actual se repetirá en nuevas ocasiones.

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