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Todo ello en un momento en el que se multiplica la búsqueda de nuevos recursos en todas las zonas del planeta, desde el estrecho de Gibraltar hasta las islas Malvinas o Brasil, donde se acaba de anunciar el descubrimiento de un nuevo yacimiento en aguas profundas con un volumen de 4500 millones de barriles. El propio presidente Lula da Silva ha calificado al mismo como "regalo de Dios", justo cuando el Presidente Obama ha puesto en entredicho los controles llevados a cabo por las agencias estatales en el Golfo de México.
No cabe duda de que la creciente demanda de petróleo esta llevando a una carrera por la búsqueda de nuevas reservas; sin embargo hechos como los sucedidos en el Golfo de México deben hacernos reflexionar: los principales vertidos petrolíferos ya no se dan durante el transporte y, como ya sabemos, los efectos de un accidente petrolífero suelen ser muy trágicos.
Este tipo de explotación ha dado lugar al desarrollo de nuevas tecnologías que permiten la fijación de las plataformas de explotación en aguas profundas y ello en un momento en el que se debate igualmente sobre la incidencia de otro tipo de fuentes de energías renovables sobre el paisaje de nuestras costas.
Hasta ahora las grandes empresas petrolíferas no se han visto en el centro del huracán de los vertidos, por cuanto han sido más los armadores los que han tenido que hacer frente a los accidentes. Sin embargo, la postura clara y decidida de la administración Obama al respecto de que sea BP quien haga frente a la factura del plan de contingencia puesto en marcha, debería marcar un antes y un después.

Por ello, ha llegado el momento de que estas empresas dejen de tener el medio ambiente como un elemento de "venta de imagen" para que pase a ser un aspecto central en sus producciones. Esperemos que el hecho de que en este caso haya afectado a Estados Unidos sirva para que sean los intereses públicos los que se impongan a los intereses privados y empresariales.
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