Y es que en esta ciudad el pasear por el paseo marítimo o la misma playa, incluso en invierno, es algo habitual, como también lo es el ir de pesca, el marisqueo o la realización de deportes náuticos, por ello las subidas y bajadas de la marea son un elemento de sobra conocido, como también la existencia de mareas muertas y vivas. No en valde la prensa escrita y no escrita recuerda cada día los coeficientes de marea.
Pero lo de este fin de semana ha sido algo excepcional. No tanto por el coeficiente en sí, aún siendo histórico y el más alto en 18 años, no tanto por lo que haya subido la marea (que con las altas presiones no ha llegado a niveles exagerados), sino por la respuesta de la gente.
Acercarse esta mañana a las playas y costas de la Bahía de Cádiz era encontrarse en una feria. Cientos de personas en las playas y roquedos, y eso cuando la bajamar se ha producido un domingo a las 9 de la mañana, créanme, tiene mérito.
Lo vivido esta mañana en Cádiz me lleva a dos reflexiones:
1º El gran poder de atracción que el mar tiene sobre las personas, con esa sensación de respeto y necesidad de adentrarse en él, que una vez más se ha demostrado aquí.
2º Hace falta un mayor respeto por nuestro medio marino. Ver como muchas personas aprovechaban para mariscar de forma indiscriminada o levantando las piedras que el mar había dejado al descubierto es, cualquier cosa, menos un espectáculo edificante.
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