A estas alturas no es un secreto que quien escribe tiene una cierta predilección por un país con inmensas costas, que limita con casi todos los mares posibles y que se enfrenta a grandes retos: Rusia.
Varias veces he traído fotos de sus costas más remotas y hoy les vuelvo a traer fotos de allí, pero de unas costas mucho más turísticas, las contiguas a la península de Crimea, en la zona de Krasnodar y ello porque hoy, en pleno mes de agosto me acordaba de Oleg, el chófer que en más de una ocasión me ha llevado por Moscú y que en este tiempo debe estar contando los días para montarse en su coche y hacer su viaje de una semana a disfrutar las costas meridionales rusas.
Y es que no cabe duda que viendo imágenes como éstas se comprende la elección del lugar, sin lugar a dudas un destino de sol y playa asequible para numerosos ciudadanos rusos de clase media. Sin embargo, después de poder comprobar el desarrollo de este país en los últimos 6 o 7 años me surgen los temores de si aprenderán de los errores cometidos en otros destinos de sol y playa de todo el mundo, por cuanto en este país las grúas parecen dominar el skyline de todas las ciudades.
Por ello, no cabe duda que la gestión costera debe ser una prioridad en sus regiones costeras. La necesidad de escapar en busca del sol y la playa parece bastante comprensible en un país en el que gran parte de la población se ve sometida a temperaturas invernales difícilmente imaginables para los habitantes de las regiones mediterráneas. Pero ello no debe ser óbice para la conservación de sus costas en un estado de equilibrio, que sin poner en riesgo el desarrollo de estas costas no impida el mantenimiento de sus valores ambientales.
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