29 de diciembre de 2008

Inmigración


Aunque estamos en días en los que sólo nos parecen interesar las noticias agradables hay situaciones que hay que denunciar siempre. Una de estas situaciones es la llegada de personas a las costas europeas por medio de rudimentarias embarcaciones.


Igual es por el hecho de vivir en una zona costera, como Cádiz, que ha visto partir a muchas personas por vía marítima (sobre todo con destino a América del Sur) y que a lo largo de los siglos también ha visto llegar a muchos otros. O tal vez sea porque estas costas han sido testigos de la llegada de miles de personas con la esperanza de encontrar un mundo mejor y del mismo modo ha sido testigo de como muchos de los que lo intentaron quedaron en el intento. O puede que sea por el hecho de que soy de los que piensan que ningún ser humano pude quedar indiferente ante la tragedia de la inmigración. Por ello, noticias como el hecho de que 1300 personas hayan llegado a la italiana Lampedussa en apenas unos días no pueden ocupar apenas unos renglones en los medios de comunicación.


Por suerte, en este caso la noticia tiene final feliz, por cuanto no puede entenderse de otra manera el hecho de que dos viejas embarcaciones hayan llevado con vida a 600 personas hasta las costas italianas.


Como digo en la presentación de este blog, las costas son espacio de frontera. También entre los países enriquecidos (pese a la crisis) y empobrecidos (en crisis constante), marcando la frontera de la esperanza en un mundo mejor. Pero por desgracia, cuando hablamos de inmigración (el problema de la inmigración, como decimos) nos olvidamos que estamos hablando de personas, con nombre y apellidos.


Muchas veces, cuando hablamos de gestión costera hablamos de medio ambiente, de especies animales, transporte marítimo, pesca... pero no hablamos de personas, de los miles de personas que cada año se adentran en el mar en condiciones muy precarias para llegar a nuestras costas.


La salida de personas desde las costas de Mauritania, Senegal, Marruecos, etc ha dejado de ser algo testimonial, es una realidad lo queramos o no, y desde luego no podemos dar la espalda a esta situación. Hasta ahora la instalación de sistemas como el SIVE han ayudado a salvar numerosas vidas humanas, a la par que la llevado a emprender rutas más largas y peligrosas, el estado español envió igualmente una misión a las costas africanas para evitar la salida de pateras en los puntos de origen. Pero esto no basta.


A lo largo de los últimos años hemos asistido a situaciones como la de un pesquero español que, tras recoger a varias personas en el Mediterráneo se encontró con que no podía arribar a puerto al negársele la entrada por llevar inmigrantes a bordo. Situaciones como esta son inconcebibles en la Unión Europea o cualquier otro país.


Así pues se hace necesario incorporar esta realidad a la gestión de nuestros mares, teniendo siempre muy presente que los que llamamos genéricamente inmigrantes no son sino personas humanas, que se ven obligados a abandonar sus tierras en busca de un mejor futuro, y desde luego ¿a quién le gusta abandonar sus tierras, sus costumbres, su familia, para arriesgar su vida en un patera?. Deberíamos reflexionar sobre ello y colocar a las personas en un lugar destacado a la hora de gestionar nuestras costas.

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