28 de enero de 2009

Captura de CO2


El Gobierno alemán ha dado luz verde a una polémica misión científica que aspira a esparcir hierro en el mar para fertilizar el mar y hacer proliferar el fitoplancton (algas microscópicas) con el objeto de aumentar la absorción de dióxido de carbono. Las algas capturan CO2 en su proceso de fotosíntesis.

"Con el informe de expertos que se ha presentado, estoy convencida de que no hay ninguna objeción científica o legal (...) al experimento LOHAFEX", afirmó la ministra alemana de investigación, Annette Schavan. "De modo que he decidido poner en marcha este experimento", añadió en un comunicado.

La idea, como muchas otras de geoingeniería, ha sido criticada por científicos y ecologistas por los peligros de sus consecuencias, al menos si el experimento es a gran escala. Así,  los científicos temen que dichas operaciones puedan cambiar la composición de los océanos, incrementar la acidez o generar “zonas muertas” con situaciones de hipoxia o anoxia (escasez o ausencia de oxígeno) debido a una excesiva proliferación de estas algas microscópicas. Algo que podría incluso provocar liberación de otro gas de efecto invernadero, el óxido nitroso.

“La fertilización del océano podría generar cambios en la estructura de la biodiversidad y los ecosistemas marinos, y podría tener otros efectos no deseados”, afirma el ACE CRC en cuanto al análisis de ciencia y política de fertilización oceánica, que pronto será divulgado públicamente.

“Aunque los experimentos controlados de fertilización con hierro arrojaron un incremento en el crecimiento del fitoplancton y una reducción temporal del C02 atmosférico, no queda claro si esto podría aumentar la transferencia de gas a las profundidades oceánicas a largo plazo”, indicó el ACE CRC.

Además, el potencial de los impactos negativos aumentarán según las dimensiones y la duración de la fertilización. Hay dudas de que se puedan detectar los efectos perjudiciales a tiempo.

“Es muy importante reconocer que si aumentan los efectos nocivos de la fertilización, podría no ser posible detectarlos hasta que el daño ya esté hecho”, dice John Cullen, profesor de oceanografía de la Universidad de Dalhousie en Nova Scotia, Canadá.

“Es extremadamente importante considerar los riesgos ecológicos de este tipo de actividades”, señaló Cullen.

Pero el Gobierno alemán adoptó finalmente una decisión tras un debate entre los ministerios de Medio Ambiente y de Investigación sobre las consecuencias del proyecto germano-indio.

El plan prevé echar seis toneladas de hierro en zonas del Atlántico Sur sobre una extensión total de 300 kilómetros cuadrados. En el debate, interministerial, el ministerio de Medio Ambiente estaba en contra del proyecto por estimar que el experimento contradecía una moratoria sobre fertilización artificial de los océanos aprobada por la Conferencia de la ONU sobre Biodiversidad en Bonn.

El Instituto de Investigación Polar alemán Alfred Wegener (AWI), cuyo buque Polarstern zarpó el pasado 7 de enero con 48 científicos a bordo, consideró sin embargo que la convención de la ONU comprendía una cláusula según la cual la moratoria no afecta a las "investigaciones científicas a pequeña escala".

Durante las dos primeras semanas, el buque, que terminará su misión el 17 de marzo en Punta Arenas, Chile, identificará las zonas en las que será vertido el hierro para favorecer el desarrollo del fitoplancton.

No obstante, un conocido estudio científico publicado en abril de 2007 en la revista Nature, que revelaba los resultados de un extenso programa llevado a cabo alrededor de las islas Kerguelen en Bretaña,concluyo que echar hierro en el mar sería de 10 a 100 veces menos eficaz que el proceso natural, y que el 90% del hierro esparcido se perdería en el océano. Asimismo, muchos expertos temen que, pese a su escasa eficacia, los efectos secundarios sean peligrosos.

El hierro se vierte en forma de nanopartículas, por lo que el impacto sobre los ecosistemas es de momento imprevisible. Algunos científicos hablan de una posible reacción química que generaría un gas de efecto invernadero, el protóxido de nitrógeno (N2O), más potente que el CO2, lo que no sólo anularía los objetivos buscados, sino que incrementaría los efectos opuestos.

Lo más curioso de este proyecto es el hecho de que pese a tener como objetivo mejorar las condiciones ambientales del planeta, cuente con la oposición de la autoridad ambiental, pese a lo cual sigue adelante. Quizás ello se deba al hecho de que el experimento se lleve a cabo a miles de kilómetros de las costas alemanas, lo cual debe hacernos reflexionar profundamente sobre el uso que hacemos de las aguas y océanos del planeta.

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