Desde hace ya un tiempo vengo
siguiendo las vicisitudes del litigio entre los cazatesoros de Odyssey y el
gobierno de España por la mercancía que llevaba a cargo la fragata española “Nuestra
Señora de las Mercedes”, hundida por la flota inglesa en 1804 cuando se dirigía
al puerto de Cádiz, con un importante cargamento de monedas de oro y plata.
En este tiempo hemos visto, en la
bahía de Algeciras, a la Guardia Civil vigilando al barco de los cazatesoros, atracado
en el puerto de Gibraltar, desde donde se envió el tesoro hasta Estados Unidos.
Del mismo modo hemos visto como Odyssey defendía que el barco objeto del
rescate no era el “Mercedes” y hemos asistido a un largo pleito en los
tribunales norteamericanos, donde debe destacarse el buen hacer de los servicios
jurídicos contratados por España, apelando incluso a viejos tratados y posturas
defendidas por el gobierno de Estados Unidos para proteger los barcos
americanos hundidos durante las guerras mundiales.
Ahora llega el momento de que
especialistas españoles viajen a Tampa para inventariar los miles de objetos
expoliados, antes de que dos aviones de las fuerzas aéreas españolas
transporten el material hasta España, custodiados por la Guardia Civil.
Pero no es de esto de lo que les
quiero hablar. Sino de la pelea que parece haberse abierto en nuestro país por
acoger el tesoro del Odyssey, una pelea que, a mi entender, refleja el egoísmo y
la falta de miras de nuestros gobernantes.
Y es que si durante todo este tiempo han estado callados, ahora se
lanzan como lobos por el “botín”.
Cartagena, Sevilla, Cádiz,
Segovia, e incluso Montilla, un pueblo de Córdoba, lo han reclamado ya, alegando en unos
casos que acogen al Museo Nacional de Arqueología Subacuática, que el barco se
dirigía su puerto, que un viajero acaudalado era de la población, que la investigación del Odyseey se hizo con los datos de un archivo situado en la localidad o que la CECA
estaba en ella. ¿Argumentos de peso?
Desde mi punto de vista hay un
elemento que debe ser fundamental a la hora de ubicar el tesoro: cuando se
ataca a las empresas cazatesoros y su forma de extraer lo encontrado, se pone
el énfasis en el hecho de que no se tiene en cuenta la historia ni se extraen
datos de la extracción que ayuden a obtener datos de la época, simplemente se
busca el tesoro descontextualizándolo del momento histórico. Y mucho me temo
que lo mismo se está haciendo por parte de los políticos locales, a los que
poco interesa el contexto sino tan sólo la exposición de un tesoro que puede
atraer a miles de visitantes.
Pues bien, en este momento hay
que mojarse y la relectura de lo que ocurrió con este barco da pistas claras de
cual podría ser su destino más lógico y acorde con la historia:
El barco hundido se dirigía al
puerto de Cádiz en 1804 cuando fue hundido en la batalla del cabo Santa María.
Con ella se imponía la fuerza naval británica a la española, dando lugar a una serie
de enfrentamientos que finalizó con la batalla de Trafalgar, el cambio de
alianza española de Francia a Inglaterra, así como la decadencia total de la
armada española y, en última instancia abría las puertas a la independencia de
los territorios de ultramar, de la mano de la constitución de Cádiz, de 1812.
Por todo ello, creo que no
debería ubicarse el tesoro en un lugar no haya tenido la más mínima relación
con los hechos acontecidos, y no creo que el hecho de acoger el Archivo de
Indias sea tampoco motivo suficiente para demostrar esa relación.
Esperemos que no se “despedace”
el cargamento del “Nuestra Señora de las Mercedes” para contentar a todos. Y sobre
todo, esperemos que el tratamiento que se haga facilite entender lo sucedido en
su contexto histórico, que los brillos de los metales no nos cieguen y también
aquí se adopte una decisión valiente de acuerdo a criterios historiográficos.
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